martes, 1 de septiembre de 2009

themask**

La pequeña Lucía se apresuraba a salir por la puerta de su casa, con el pijama aún puesto, las zapatillas de casa y un puñado de monedas cuando Elena la llamó:

- "¡Qué no te has cambiado,mujer! Que tu pijama es bonito, pero no se yo si Roger Rabbit está aún de moda en la calle..."

Lucía cerró la puerta y corrió a su habitación. Una camiseta de tirantes, pantalones cortos y chanclas. Ya estaba lista para bajar al supermercado a por los ingredientes para el pastel que ella y su hermana iban a preparar esa tarde. Salió por fin de su casa mientras su hermana le gritaba lo de siempre:

- "¡Ten mucho cuidado!"

- "¡Vaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaale!" - contestó Lucía, también con el mismo tono de despreocupación de siempre.


Elena preparaba mientras en la cocina todo lo que tendrían que utilizar para el pastel. Tras diez minutos sin saber nada de Lucía, y teniendo en cuenta que el supermercado estaba a escasos metros de su portal, empezó a preocuparse y decidió llamarla al móvil. Fue a por el teléfono y marcó el teléfono de su hermana, que empezó a sonar. Estaba encima de su cama. Asi que la única solución que le quedaba era la más simple, asomarse al balcón. Recorrió toda la casa hasta llegar al salón. Se puso las chanclas y salió al balcón. Se apoyó en la barandilla y giró la cabeza. Y vio a quien no esperaba ver. Cerró los ojos fuerte, con incredulidad, y los volvió a abrir.


El atardecer anaranjaba su vestido azul y sus zapatos de cristal mientras observaba como se ponía el sol desde el porche de su casa. Se dio la vuelta con la intención de entrar de nuevo en ella, resignada, quizá nadie vendría a buscarla al final. Y fue justo en ese momento cuando alguien le cogió la mano. Se dio la vuelta y su sonrisa lo dijo todo. No mediaron palabra, bastó con echar a correr sin pensar en las consecuencias.

Una vez allí, a los pies de aquel castillo, sobre el suelo empedrado y entre los árboles, los destellos dorados de la máscara de ella no eran capaces de eclipsar el brillo de sus ojos azules. Las velas sobraban. Las luces del castillo, también. Sus miradas no se separaban ni un sólo momento y sus cuerpos se acercaban tímidamente cada vez más. Sonrisas y tiernas risas nerviosas. Y se abrazaron y empezaron a bailar. Algunos, contagiados por la magia del momento, siguieron su ejemplo y comenzaron a bailar, mientras las señoras solteras del lugar miraban, se reian con picardía y flirteaban con el primer hombre que pasara ante sus ojos. La noche transcurría con tranquilidad hasta que, de repente, gotas de agua comenzaron a caer del cielo. Todo el mundo corrió a su casa a resguardarse de la lluvia. Las velas se habían apagado. La banda había dejado de tocar. Pero ellos seguían ahí, en el mismo sitio donde habían estado toda la noche. Y, a la vez que el espacio entre ellos se reducía, sus labios comenzaron a acercarse. Se miraron. Se rieron. Y fue entonces, cuando los fuegos artificiales coloreaban aquel cielo negro, cuando sus labios se juntaron.

Elena volvió a pestañear. Y ahí estaba Lucía, sonriente, cargada de bolsas y saludando efusivamente a su hermana desde la calle, como si nunca la hubiera visto antes. Subió corriendo y entró en casa:

- "¡Eh Elena! Vengo a decirte que ya me he muerto por cruzar sola. ¿Sabes qué? He visto a tu amigo ese...el rubio...no se como se llama."

- "Está bien saberlo. ¿Y era Javi?"

- "Si...supongo. Que me ha dicho que te diga que mañana te viene a recoger a las 9 para ir a la fiesta de tu otra amiga. ¿Tienes todo preparado?"

- "Claro que si."

- "¿No te falta algo?"

- "¿El qué?" - Preguntó Elena, un poco alarmada mientras se sentaba en la cocina y volcaba los ingredientes en un bol.

- "Toma, me ha dicho que te lo dé." - Dijo Lucía, acercándole a Elena una bolsa negra.

- "No puedo cogerlo ahora, que estoy haciendo la masa. Déjalo en la mesa del salón, porfa."

Un rato más tarde, Elena llevaba el pastel al salón y, al ponerlo en la mesa, descubrió qué era lo que se le olvidaba.

Una extraña sensación recorrió todo su cuerpo. La máscara era preciosa. De purpurina, dorada, con el contorno de los ojos y los filos de color azul oscuro. Iba genial con el vestido azul que se había comprado el dia anterior. Y con los zapatos de cristal, todo era perfecto.












Pereza - Llévame al baile

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