Nunca he ido.
Nunca he ido al lugar donde el invierno se vive acurrucado en la esquina de un ventanal, tapado por una manta y el olor dulce de una taza de chocolate caliente. Donde los veranos son contínuos paseos en bicicleta que van cortando la ligera brisa del mar. Donde los helados son de mil sabores y los muñecos de nieve sonríen por donde quiera que vayas. Donde los cristales de nieve que duermen en las ramas de los árboles y los reflejos del sol en el mar parecen diamantes que cubren tus ojos de luz.
Nunca he ido al lugar donde puedo dar vueltas sin parar con los ojos cerrados y mirando al cielo sin marearme. Donde las mariquitas surfean los pétalos de las flores y no tengo alergia a mi gato Garfield. Donde puedo saltar y cantar sin parar, sin miedo a que me digan nada. Donde puedo reirme de lo más tonto y llorar por lo más precioso.
Nunca he ido al lugar donde mi armario está lleno de vestidos y zapatos bonitos. Vestidos y zapatos que puedo manchar de tanto jugar. Vestidos y zapatos llenos de parches que he tenido que coserles porque se me han roto y no tengo otros. No me importa. Siguen siendo bonitos. Allí si. Los más bonitos del mundo.
Nunca he ido al lugar donde puedo disfrutar del olor del óleo y dibujar con mis dedos mi alegría en un lienzo. Donde puedo dibujar los sentimientos más frágiles que guardo en mi cajita de perlas. Donde puedo sonreir y hablar sin precaución alguna.
Nunca he ido al lugar donde nunca podré perder tren alguno. Donde los sueños se cumplen y puedes disfrutarlos sabiendo que no hay un puñal esperando tras la puerta. Donde las cosas no son fáciles de conseguir, pero, al menos, la gente es honesta.
Nunca he ido al lugar donde no me convierto en un problema de un modo u otro. Donde la gente no se esfuerza por mi, y si lo hace, yo puedo devolver el esfuerzo. Donde nada es gratuíto. Donde la inocencia se respeta y las lágrimas caen en un bote que se tira al mar, como las cenizas.
Nunca he ido al lugar donde la diversión es la religión y la tristeza el terrorismo.
Donde tu eres mi Nino Quincampoix y yo soy tu Amèlie.
Donde no te vuelvo a ver llorar en aquella puerta.
Donde los malos recuerdos están prohibidos una vez se ha aprendido de ellos.
Donde todos sonreímos.
Sin más.
Nunca he ido a ese lugar.
El precio del pasaje es quitarme mi traje de detective.
Pero llevo tanto tiempo con él puesto, que cuando me quite las gafas, se me van a quemar las retinas.
Por no mencionar que me va a hacer falta una espátula para despegarme la trenca de la piel.
Todavía no estoy preparada.
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