Todavía me acuerdo de cuando le dije a mi madre que quería una hermanita pequeña para jugar con ella. Ocho meses más tarde, nació el bicho...así nos salió.
Tengo mil y una razones para no querer a mi hermana. Por poner un ejemplo, me despierta todos los días a las 7 y media de la mañana porque quiere que desayune con ella, de pequeña me bababa todas mis piezas del lego, me abre el armario y me coje ropa sin que yo me de cuenta, recoge su parte del cuarto y amontona el resto en mi parte de la mesa, monta el pollo cada vez que le toca recoger la mesa, no recoge su ropa del cesto de la ropa limpia, vacía el calentador cuando se ducha, y de su relación con su ordenador no hablemos.
Para quererla, no tengo mil. Tengo un millón. De pequeña, la metía en el carrito del Cocolín y no se quejaba. Una vez jugando al trén con una goma de saltar se cayó de boca y se le quedó un diente negro por mi culpa. Y todavía no me la ha devuelto. Me despierta dandome besitos. Me encanta tirarme con ella en el sofá y ver Disney Channel. Nos podemos tirar días repitiendo frases de series que vemos. Nos podemos tirar días sin hablarnos.
Pero cuando la necesitas, está ahi. Te sorprende descubrir que a ratos tiene más cabeza que tu y te dice lo que tienes que oir. Tanto lo bueno como lo malo.
Todavía me acuerdo del momento en el que le dije a mi madre que quería una hermanita para jugar con ella. Pero en vez de eso, me ha tocado un juguetito de los Picapiedra del Kinder Sorpresa.
¿Qué? Todo niño que se precie sabe que para que te toque un muñequito de los Picapiedra en el Kinder, te tienes que comer cien por lo menos. A mi siempre me tocaban los puzzles. Pero eso es otra historia.
No hace falta añadirlo, pero como lo del Kinder ha quedado muuuy feo:
Te quierooo!!:D
viernes, 22 de enero de 2010
Pon una hermana pequeña en tu vida...**
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario